martes, 6 de marzo de 2012

La lluvia de los inocentes. Andrés Ibañez



“ Mi padre amó a mi madre porque ella era muy hermosa y le resultaba intrigante e intelectualmente estimulante, y ella le amó porque mi padre tenía un alma hermosa y llena de todas las cosas que ella buscaba en un hombre y que no encontraba en los médicos del Sanatorio de Guadarrama, necios como pavos reales, machistas y beatos como la época lo exigía, llenos de valores franquistas, totalmente incultos.
La pena de si mismo fue siempre el gran problema psicológico de mi padre, su gran debilidad, y uno de los gusanos que envenenaron a lo largo de los años la convivencia de mis padres y también la de toda la familia, especialmente en los largos veranos en los que nos veíamos obligados a convivir los cuatro en un pequeño espacio, un pequeño espacio rodante que se movía arriba y abajo del mapa de Europa, deteniéndose al pie de lagos y castillos. Se sentía ofendido, perpetuamente ofendido. Se sentía perseguido, ridiculizado, y cuanto más manifestaba este sentimiento poco halagador, más ridículo resultaba a los ojos de los demás y más ridículo se sentía ante sí mismo".


August Sander y los rostros de nuestro tiempo

A principios del siglo XX, el fotógrafo alemán August Sander, inicia un proyecto titulado “Rostros de nuestro tiempo” que pretende reflejar los diferentes tipos sociales existentes en la sociedad alemana de su tiempo. Durante más de diez años, Sander recorrió Alemania fotografiando personas de todas las condiciones sociales: banqueros, campesinos, pintores, actores, carniceros, pasteleros...
El resultado fue una gran colección de tipos y retratos que no se publicó hasta muchos años después. Con la llega al poder de los nazis, descontentos con la imagen que de los alemanes daba sus fotografías , se le prohibe desarrollar su profesión de fotógrafo y que ya no podrá retomar hasta finalizada la II Guerra Mundial.