viernes, 2 de diciembre de 2016

Una humilde propuesta...





En 1845, el librero inglés John Snare se topó con el retrato ennegrecido de un príncipe. Al sospechar que podía tratarse de un Velázquez perdido mucho tiempo atrás, compró el cuadro y se propuso averiguar su extraña historia. Cuando Laura Cumming tropezó a su vez con la historia de John Snare, emprendió su propia búsqueda, cuyo objeto incluía tanto la vida del librero como la vida y obra de Velázquez, un pintor portentoso a la vez que esquivo. Al hacer pública su teoría, el librero fue condenado al ostracismo y forzado a elegir, como lo hizo Velázquez, entre arte y vida personal. Velázquez desaparecido, una emocionante indagación sobre el complejo significado de la autenticidad, rastrea la inquebrantable determinación que impulsa a artistas y coleccionistas, y viaja de la extravagante corte española del siglo XVII a las despiadadas casas de subastas de Londres y Nueva York en el XIX.
Velázquez desaparecido de Laura Cumming en traducción de Belén Urrutia para la editorial Taurus





Uno de los libros de fotografía más importantes de la Historia, aparecido por primera vez en 1971 pero nunca antes publicado en nuestro país. Un clásico con miles de ejemplares vendidos en todo el mundo que se sigue reeditando una y otra vez. Mucho más que una obra de culto: no hay un solo periódico internacional que no publique al menos una vez al año alguna de las imágenes contenidas en este volumen. Fotografías de lectores y lectoras tomadas, a lo largo de varias décadas, por uno de los grandes maestros de este arte.

 André Kertész. (Budapest, 1894-Nueva York, 1985). Fue uno de los fotógrafos clave del siglo XX, y su obra una de las más influyentes. A pesar de que su familia deseaba que trabajara como corredor de bolsa, Kertész fue autodidacta y sus primeros trabajos fueron publicados principalmente en revistas, una tendencia que mantuvo durante su carrera. En 1925 se instaló en París, obteniendo tanto el éxito comercial como el aplauso de la crítica, pero la amenaza inminente del nazismo lo obligó a emigrar a los Estados Unidos. Su reputación fue creciendo y consolidándose hasta su muerte, convertido ya en un clásico.





Domingo, 16 de julio de 2006
El teléfono sonó justo después de las cinco. Una sombra azulona se extendía por el cielo: sin escrúpulo alguno, el día se disponía a comenzar. ¿Acaso no acababa de hacerse de noche? El cuerpo le indicaba que así era. El sol, en cambio, se adivinaba en el recuadro de color cobalto de la ventana y las grandes torres del Upper East Side se preparaban para su baño de oro.
¿Quién podía equivocarse al marcar a las cinco de la mañana de un domingo? El teléfono fijo de Slava nunca sonaba. Incluso los teleoperadores le habían dado por perdido, un logro nada desdeñable. Su familia ya no lo llamaba porque él se lo tenía prohibido. En su estudio, milagrosamente asequible incluso para un empleado júnior de una revista del Midtown, los ecos campaban entre el escaso mobiliario: un futón, un escritorio, una lámpara de techo decorada con vides forjadas en hierro (regalo de su abuelo que no pudo rechazar) y un televisor antiguo que nunca encendía. De vez en cuando imaginaba que atravesaba las paredes como un espíritu de Poe y se reía amargamente. Pensó en levantarse, atacar el día por sorpresa. A veces se levantaba más temprano de lo normal para inspirar el aire del parque Carl Schurz antes de que el sol avivase la peste a porquería, crema solar y mierda de perro. Mientras los camiones de basura impregnaban el aire de pitidos, él se apoyaba en la barandilla con los ojos cerrados, el río a sus pies todavía negro, amenazador y nocturno, para oler el salitre de un arcano e intocable océano. Madrugar siempre lo llenaba de esperanza, la clase de optimismo que solo estaba disponible antes de las siete o las ocho, antes de acudir a la oficina.
Una vida de repuesto de Boris Fishman traducido por María Porras Sánchez para Ediciones Siruela






Una mujer enamorada de su íntima amiga, a quien teme confesar sus sentimientos; un adolescente prendado de su vecina, mayor que él; mujeres que transitan por el camino que conduce a la vejez, la pérdida del amor y la soledad, divididas entre la esperanza y la desilusión, son algunos de los personajes que habitan los relatos que Hiromi Kawakami nos ofrece. Un libro bello, lírico, sobrio y sutil que trata, con una prosa exquisita, los sentimientos humanos más profundos y oscuros.
Amores imperfectos de Hiromi Kawakami en traducción de Marina Bornas Montaña para editorial Acantilado

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